De pronto vinieron a mi aromas peruanos. Esos aromas que se apoderan de tu alma y sacan a flor de piel emociones completamente distintas. El olor del caos de Lima. De mis ojitos inquietos, Uru y su taxi a pedazos. El olor del Mi juguito, donde cada mañana me preparaban un bocadillo con extra de queso y un café de media. El olor de los combis. El olor del largo pelo de Al. El olor de su hogar, donde siempre sonaba salsa.. Olí a mis guardianes de Hotel, que entre trampolín y trampolín, me daban todos los caprichos. El olor a 26 horas, inteminables, en autobus. El olor a Arequipa, la ciudad blanca, y mi guía preferido, Daniel. El olor al Colca, con su majestuoso Cóndor, que casi se dejó tocar con las puntas de mis dedos. Faltó ponerme de puntillas. El olor a mis niños, Ernesto y Chiqui, y la sensación de hacerme sentir una más en su viaje de fin de promoción. El olor de Epifania, la mamita que me cuidó en el Titicaca. Y de sus hijas, en especial Ana María, la más pequeña, que se dejó llevar por mi locura, entre sol, tierra y agua. El olor de mi añorada isla y de sus noches, Amanantís, sin agua ni electricidad, sólo con la luna llena iluminando el lago. El olor a Italiano, y las largas conversaciones, intentando arreglar el mundo. El olor a Cuzco y sus artistas. Poetas, músicos, artesanos. Ciudad bohemia. Y mi conquerido Macchu Picchu, que a pesar de estar invadido por miles de turistas, no piede su mágia.
Olí a añoranza, a felicidad, a locura, a nobleza, a adrenalina, a amor a mi familia...pues un mes sola a 11000 km de los tuyos, es una experiencia única e irrepetible...pero como en todo viaje, se tiene que saber volver. Ser consciente de donde está tu sitio.
Hoy una canción que me transporta al salón de la casa de Al. Con su pollada, sus chelas y sus carcajadas.